domingo, 18 de noviembre de 2007

Glóbulos caninos

La sangre siempre me ha causado incomodidad, sobre todo si no está contenida en alguna jeringa, frasco o bolsa. Nunca me quedó claro si en algún momento es de color rojo, como en las películas, pues cuando la he podido ver fuera me pareció mas bien granate, estilo Defensor Lima. Carasucia.

Domingo en la tarde. Llamada de emergencia. El perro de mi hermana no salía debajo del carro de mi padre desde el día de ayer y por lo tanto, no comía por más de 24 horas. Acudo en el término de la distancia acompañado del Gordo y me hago cargo.

Me agacho y lo veo postrado, gruñendo y mostrándome los dientes. Le extiendo mi brazo con cariño y recibo una mordida. Algo andaba mal. Llamo al veterinario que de mala gana llega con una pértiga con un lazo en uno de los extremos. El perro abandona a la fuerza su refugio en medio de aullidos desaforados. Al verse desprotegido, pierde instantaneamente la fiereza temporal y nos damos cuenta todos que la cosa viene mal. Nos vamos los 3 y el perro a la veterinaria, sin sirena.

En la camilla, el doctor nos muestra las encías blancas que evidencian la gravedad del caso. Veneno para ratas, engullido poco a poco, rompiendo lentamente vasos internos que provocaron una hemorragia lenta y sutil, pero mortal. Sin muchas opciones, nos propone una transfusión.

Pregunto torpemente si no hay que hacer un examen previo o si los perros no tienen Sida. El doctor me ignora y nos informa que va a traer al donante. No hay opciones para mi perro. O entra en shock y se muere inmediatamente o lo estabilizamos y le salvamos la vida.

Quince minutos más tarde, tenía la vista fija en una jeringa enorme, llena de sangre canina, fresca y sana. Como líder del equipo, el doctor distribuye las tareas. El Gordo le agarra las extremidades posteriores y el doctor las anteriores y el cuello. A mí me toca la mejor (o la peor) parte: aplastar la jeringa rítmicamente, inyectando vida y a la vez violentando el sistema sanguíneo del paciente. No estoy preparado. Dudo y quiero reclamar pero no hay tiempo para negarme. La operación empieza y el perro abre los ojos sorprendido

Luego de vaciarle la jeringa entera, nos sentamos a esperar. Cuando el perro levanta la cabeza tímidamente, sonreimos y nos damos cuenta que podemos recuperarlo. El doctor asiente de mejor humor y nos dice que el pronóstico ha mejorado notablemente.

Pregunto cuanto debo aunque en el fondo quiero saber, por morbo y practicidad, cuanto cuesta la dosis que le salvó la vida al moribundo. Demasiado para lo que tenía en el bolsillo, sobre todo si el donante (la perra del veterinario) no va a cobrar nada. Regateo y logro un buen descuento.

Llamo a mi hermana y le digo que el perro está bien.

Imágenes tomadas de aquí y aquí

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quienes hemos pasado por algo similar no se lo recomendamos a nadie :sumamente estresante ver a un animal muriendose frente a ti y tu sin saber de que se trata. Los veterinarios son viejos conocedores de esto y tienen la cabeza mucho más fria de lo que uno la tiene. Aunque a veces es demasiado fuerte o demasiado tarde para salvar al perro.

mattress protector double dijo...

Domingo en la tarde. Llamada de emergencia. El perro de mi hermana no salía debajo del carro de mi padre desde el día de ayer y por lo tanto, no comía por más de 24 horas. Acudo en el término de la distancia acompañado del Gordo y me hago cargo.
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