miércoles, 12 de marzo de 2008

El tío Jorge

Cuando recuerdo al tío Jorge, vuelvo automáticamente a los 70s, a Jimi Hendrix, Led Zeppellin, James Brown, Los Munster y Perdidos en el Espacio. Él me hizo escuchar por primera vez Foxy Lady, Stairway to Heaven y Sex Machine, en inmensos 45s que tocábamos a escondidas en el equipo de mi padre cuando éste se iba a trabajar.

Jorge tenía 18 años cuando yo nací. Yo tenía 15 cuando él murió de una pulmonía en Corongo, Ancash, lugar de donde vino toda mi familia -abuelos, padre y madre- y donde él ahora descansa y nos deja descansar desde que decidió no regresar.

A los 14 años, Jorge empezó a tener dolores de cabeza que nadie podía descifrar. Gritaba asustado y les decía a mis abuelos que dentro suyo, alguien le anunciaba que se iba a morir. Le diagnosticaron esquizofrenia. Desde que tengo uso de razón, recuerdo las peleas incomprensibles, los gritos desaforados, la agresión abrupta. Recuerdo también que nadie quería explicarme nada.

Jorge iba y venía de clínicas oscuras con fachadas que se parecían más a centros de reclusión que de sanación. Cada vez que ocurría una crisis, mi familia discutía sobre la posibilidad de tenerlo fuera, para siempre. Nadie tenía la solución y cuando regresaba, tieso y con la mirada perdida, todos nos preguntábamos cuanto iba a durar esto.

Su mejor época, o la mejor época para todos, la vivió solo en un departamento del Jr. de la Unión, en el edificio donde trabajé con mi familia por muchos años. Ahí lo acompañó Luis, un psicólogo recién egresado que se ganaba la vida monitoreando pacientes jóvenes.

En su fascinación por Herman Munster y Mr. Smith, terminó convertido en una mezcla exageradamente amanerada de ambos, lo que me divertía muchísimo. Mi madre nos prohibió ver ambos programas en una decisión que siempre me pareció autoritaria pero que ahora entiendo.

Cuando recuerdo a Jorge, algo me incomoda. Él fue una pieza suelta en nuestro mundo afectivo, a la que que nadie pudo encontrarle un buen lugar. Solo cuando ya no estuvo, pudimos darnos cuenta del cariño que le teníamos.















Imágenes tomadas de aquí y aquí