lunes, 22 de septiembre de 2008

No es la primera vez

Recibo una pésima noticia a primera hora del viernes y a las 8 y 30 p.m., en el cruce de Aramburú con República de Panamá, Oscar V. M. me choca por atrás el auto nuevo. Bajo molesto, me doy cuenta rápidamente de que estaba borracho y exijo acudir sin escalas a la comisaría más cercana. Oscar V. M. me suplica llegar a un arreglo y yo rechazo la oferta pues el seguro me exige cumplir con la formalidad.

Llegamos juntos a la comisaría y en menos de media hora, el sujeto pasa de la súplica a la rabia. ¿Acaso no tienes nada mejor que hacer?. Y en quince minutos más, pasa de la rabia a la agresión verbal. Oficial, creo que el señor es gay. Quizás mi pantalón negro con rayas blancas y una cruzada de piernas sospechosa refuerzan su prejuiciosa hipótesis. El oficial de turno le llama la atención más de una vez y el parte se levanta con no poco desorden.

Salimos todos en un patrullero rumbo al dosaje etílico. En el camino, regresan las súplicas. El borrachín nos ofrece (a los dos oficiales y a mí) arreglar las cosas y los policías dudan. Imposible amigo, hubieran arreglado antes. Un compañero del estudio en el que trabaja (no esperaba menos de un abogado) le recomienda negarse a pasar el examen. Se niega oficialmente y sopla la cañita extraoficialmente. Positivo. Las enfermeras lo anotan en el parte y Oscar V. M. firma en medio de airadas protestas. Volvemos a la comisaría.

Ya a punto de terminar con el engorroso trámite, el borrachín vuelve a la carga. Me despido, con cachita, y le digo lo contento que estoy con que las leyes se cumplan y que todo esto se debe a su irresponsable actitud. No me va a pasar nada y dentro de poco habrán leyes para que rosquetes como tú no salgan a la calle. Regreso a casa, agotado por el episodio y confiando en que nada extraño ocurra con el parte policial.


Imágenes tomadas de aquí

martes, 16 de septiembre de 2008

Carta a la Municipalidad de Miraflores

Señor Alcalde:

La mañana del sábado 13 de septiembre, un grupo de vecinos y yo nos dimos con la sorpresa que el Parque Reducto estaba cerrado, siendo permitido el acceso solamente a algunas personas que estaban en una lista y que estaban invitadas a un evento (concurso de pintura) que había alquilado 30 m2 del parque en cuestión.

El Parque Reducto es un espacio público, muy bien mantenido, donde no se permite el ingreso de mascotas y donde mi hijo pasa las mañanas de los sábados en compañía de sus primos, desde que nació hace dos años. Dentro del parque funciona un Museo de Sitio y un Centro de Lectura para niños, iniciativa que los vecinos de Miraflores aplaudimos.

Si este parque está tan bien cuidado, es gracias al esfuerzo de sus trabajadores y a nuestros arbitrios. Me parece por demás ilógico que un espacio público, mantenido con el aporte de los contribuyentes miraflorinos, sea alquilado (con lo cual la Municipalidad recibe un ingreso adicional) y que el ingreso de los vecinos sea prohibido.

Espero que esta decisión no sea sino un exabrupto del entusiasta jefe de seguridad ciudadana quien muy valientemente me invitó a salir del parque en compañía de 2 efectivos de serenazgo y muy cobardemente, me dio la espalda y se fue corriendo cuando le pedí su nombre y le tomé una foto.

Atentamente,

Hugo Martínez Garay
D.N.I. 08195431
Madrid 516, Dpto 301. Miraflores
Teléfonos: 2424703 / 997580841

sábado, 6 de septiembre de 2008

Bailando me da sueño


Al compás de Ruli Rendo y su pa que te piquen los pollos, debuté en las fiestas no infantiles a los 12 años. No sabía ni que ponerme (en mi colegio estaba de moda usar borceguíes y por darle la contra a mi vieja me los puse) y nunca había bailado si no con mi hermano o con mis primos. Corrección. Si había bailado alguna vez en una yunza y con dos mujeres a la vez: mi madre y mi tía.


Llegué temprano por recomendación de la mancha, para pasar revista a la revista, la última Playboy que alguien encontró refundida en el closet de su viejito. Calatas van y calatas vienen, interrumpimos el aquelarre de campamento cuando la mamá de nuestro anfitrión nos avisó a gritos que habían llegado las chicas, con la histeria, autoridad y seguridad de saber en que andábamos, todos encerrados con llave, en el segundo piso.


Las chicas. La verdad que 30 años después me da cierta vergüenza el zapping mental tan abrupto: de Candace Collins (a) Miss December 1979, a las primas de mis amigos. Las chicas. Yo sabía que crecían más rápido que nosotros pero no estaba preparado para verlas tan reales, tan grandes y tan cerca. Más cerca que el mismísimo papel couché.


La vieja de mi amigo. A manera de venganza nos obligó a salir al ruedo inmediatamente, emparejándonos a la fuerza, subiendo el volumen y aplaudiendo como loca. Si veía a alguien a punto de tirar la toalla, más se ensañaba con él. Hasta que me tocó a mi. Puso en el tocadiscos Hotel California, me tomó de la mano y me buscó la peor pareja de toda la fiesta: una quinceañera que me llevaba una cabeza, rechoncha y con unas tetas enormes.


Apenas la cogí de la cintura me di cuenta del problema en que andaba metido. Empecé a temblar, a sudar y a girar nerviosamente como trompo borracho. Miraba de un lado a otro evitando darle cara a esta mujer niña que me aterrorizaba con su colonia barata, su chompa de alpaca y sus rulos largos y negros. La música desaparecía poco a poco, cediendo espacio a las risas, uuuiiiuuuuus y rechiflas histéricas.


En el clímax de la chacota y al borde del desmayo, la gordita se apiadó de mí. Me cogió con firmeza de los hombros, me obligó a mirarla a la cara y me dio un inocente beso en la boca. Silencio total. Por varios segundos, floté, suspiré y hasta escuché a Candace Collins (a) Miss December 1979, lindisima, brillante y calata, pronunciando mi nombre detrás de la puerta de mi cuarto. Al fondo, alcancé a oir, in crescendo, Welcome to the Hotel California, such a lovely place, such a lovely face....


Su chompa me picaba y sus rulos se pegaban a mi cara sudorosa. Antes de que pudiera creer lo que había pasado, mi cachete derecho estaba ya reposando, triunfante, en las tetas de mi gordita. Las Águilas se despedían en fade y yo entraba al mundo de mis sueños.





Imágenes tomadas de aquí y aquí